Casi toda mi vida.
Verá, desde que tenía 6 años, me había dado cuenta de que era “diferente”. Yo era un niño que disfrutaba de su feminidad, el que amaba las muñecas barbie, y me vestía con los vestidos de mi madre y llevaba sus joyas. Sería literario abofeteado y gritado. Seguí usando en secreto la peluca rubia de mi abuela, e imagina que me convertiría en Sharon Stone de algún tipo.
Crecí cuando era adolescente, apartaría la mirada de mis compañeros de clase y fingiría que me gustaban las chicas. Secretamente me imaginaba besando a mi hombre enamorado, pero en cambio escribía un poema sobre una chica que fingí que pensaba que era linda.
Pasó el tiempo, luego la universidad, durante la cual comencé a experimentar con ser gay, mis padres sospecharon algo y me amenazaron. Negué todas las acusaciones porque no quería perder a mi familia.
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Me gradué y conseguí un trabajo, volví a vivir con mi familia y todo continuó. Incluso llegué a un punto en el que estar rodeado de personas homosexuales no importaría porque estaba demasiado acostumbrado a ocultar ese secreto. Los pocos que sabían eran con los que me acostaría.
Todavía le miento a mi familia, con más de 30 años diciéndoles que no me voy a casar porque los tiempos son difíciles, que no he ahorrado lo suficiente, que necesitaba terminar mis estudios de posgrado, que todavía no he conocido a la niña de mis sueños, etc. etc.
En un universo alternativo, mis compañeros sabían que era gay, mis padres me amaban y me aceptaban. Estaba fuera y por eso fue más fácil para mí conocer a un chico al que le gustaría y acercarse a mí. Pero en este planeta solo sé que no funciona de esa manera: ganas algo, pierdes algo. No puedes “tener tu pastel y comértelo también”.
Una vez escuché a un artista decir: “Si tus padres te amaban cuando eras heterosexual, pero ya no te amaban cuando eras gay, entonces nunca te amaron de verdad”. Podría ser cierto, pero no quiero decirles la verdad que solo sé que los hará “no amarme”, prefiero tener su verdadero amor y no pensar mucho en ello. Con la esperanza de algún día ser libre y sentir que nunca los lastimé o decepcioné.