A los cuarenta finalmente me di cuenta de que la vida no era mágica de ninguna manera y nunca he sido más feliz.
La magia puede ser un maravilloso forraje para la imaginación, pero no es real. Lamentablemente de niño me criaron en un mundo donde las personas me obligaron a creer y reconocer en la magia. Me enseñaron la magia del hombre realmente simpático que murió por los pecados de todos, así como todos los modales de la magia hindú de las personas marrones, pero mientras más me contaban acerca de estos misterios, más perdido y solo me sentía. Me extrañó porque muchas personas que conocía parecían creer en cosas que no se pueden demostrar y que son de naturaleza mágica.
Hace unos años, a los 40, me di cuenta de que ya no tenía que creer en la magia de la vida. Desde ese momento siento que mi vida realmente se ha vuelto mágica porque aprendí sobre lo que es real y verdadero, y lo gracioso es que la verdad es mejor que cualquier magia que haya leído o escuchado mientras crecía.
Cuando desciframos todo el conocimiento y vencemos la enfermedad y la muerte, es posible que vuelva a extrañar la magia, pero hasta ese momento, aprender sobre la fotosíntesis y el ADN es suficiente para seguir soñando.
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¿Por qué no podemos tener una máquina en la que se agrega tierra, agua y luz del sol y se producen alimentos y energía? Porque las plantas son mágicas, por eso.