Aquí está una parte de la respuesta, tomada de aquí: 2. LAS RAÍCES DE LAS CREENCIAS FATALÍSTICAS:
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¿El mundo acabará alguna vez? El entorno nos indica que nada dura para siempre: plantas, insectos, animales, humanos, ríos, montañas, planetas, estrellas e incluso el Universo en sí. Todo parece regirse por la ley de sucesión entre la existencia y la inexistencia. Por lo tanto, es fácil creer que nuestra especie dejará de existir en un momento determinado. En reacción al medio ambiente, los seres humanos están biológicamente programados para hacer lo que sea necesario para asegurar la supervivencia de nuestra especie. Trabajamos, aprendemos, inventamos, construimos, expandimos, criamos, nos ayudamos mutuamente, estamos listos para renunciar a nuestras vidas por nuestros hijos, algunas personas incluso se están preparando expresamente para el fin del mundo, todo para evitar nuestro mayor temor: El fracaso de la especie. La posibilidad de perder nuestros logros multimillonarios o de desaparecer como especie hace del fin del mundo nuestra peor pesadilla; incluso peor que nuestra muerte individual.
Nuestra constante lucha instintiva para asegurar la supervivencia de nuestra especie provoca diversas reacciones psicológicas. En primer lugar, el fin del mundo es un misterio, y los misterios ejercen una atracción irresistible sobre la psique humana. Muchos de nosotros creemos que el fin del mundo es inevitable, pero nadie sabe exactamente cómo y cuándo sucederá. Estas lagunas de información hacen que la imagen del fin sea muy atractiva, ya que pueden llenarse de acuerdo con nuestras propias necesidades.
En segundo lugar, la idea del fin del mundo ofrece un lugar muy exacto dentro de una historia lineal y coherente que explica el mundo de una manera adecuada donde otros medios de explicación no lo lograron. La inquebrantable creencia de que el mundo terminará en cierto punto en el futuro les da a las personas la sensación de que pueden controlar su propio destino hasta ese momento.
En tercer lugar, la idea de un fin inminente elimina la sensación de inutilidad. Al igual que la magia o los cuentos de hadas, la perspectiva del fin ayuda al hombre a olvidar sus preocupaciones; lo saca de la monotonía del tiempo presente y lo transpone, al menos por un corto período de tiempo, en un contexto espacial y temporal fuera de lo común. El final general hace que el individuo se sienta especial, dándole la impresión de que al asistir en un evento de tal grandeza, su destino no es trivial. Es un refugio inconsciente a través del cual el individuo da valor a su propia existencia y expresa sus propias frustraciones. La mayoría de los mensajes fatalistas hablan sobre el tiempo presente o el futuro cercano, colocando el transmisor y el receptor en un posible contexto material. Los eventos actuales, que pueden influir en los sujetos actuales, siempre adquieren una importancia crucial. Cada generación de personas cree que sus problemas son los más importantes. Así, a medida que la historia fluye sin interrupción y los escenarios fatalistas fallan, las siguientes generaciones se concentran en sus propios eventos contemporáneos, ignorando el pasado. De esta manera, las personas siempre ven “señales” en sus tiempos y el fin del mundo es un tema constantemente nuevo.
Y cuarto, el tema del fin del mundo se centra en la conexión entre la evolución del hombre individual y la evolución de la humanidad. Se trata de la relación y la sincronización del microcosmos con el macrocosmos. Aunque la humanidad es la suma de los individuos que forman parte de la misma especie, siempre ha sido vista como una entidad personificada singular. Todas las características, los procesos y las experiencias del individuo humano se han transpuesto en la humanidad. Entonces, se espera que la humanidad sufra una evolución humana: nació, creció y se desarrolló, envejece, aprende, sufre, sufre heridas, comete errores, decae y finalmente muere.
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Mejor.