La conciencia de “yo y yo” como un “yo” separado es un indicador crítico del desarrollo de la primera infancia. La capacidad gradual del infante para distinguir la experiencia interna de la experiencia externa es un marco fundamental necesario para explorar, aprender, pensar y crear significado en el mundo.
Si bien los términos ‘fabricación interna’ e ‘imaginación‘ subestiman la complejidad y el significado de la perspectiva ‘yo y yo’, el sentido del yo es definitivamente un ‘trabajo interno’ que depende de la maduración normal del cerebro físico (y por lo tanto la mente y pensamiento).
Los primeros marcadores del “yo emergente” son familiares para muchos de nosotros como: vínculo entre bebés y padres, apego infantil, constancia / permanencia del objeto, ansiedad por separación y los “dos terribles”. Estos pasajes psicológicos se consideran fundamentales para la estructura de la personalidad y la capacidad de tener relaciones exitosas con los demás.
En filosofía, el trabajo esencial de Martin Buber en la teoría “I-It” describe la capacidad humana para comprender la existencia individual y negociar el mundo a través de una estructura de percepción básica sujeto-objeto. En psicología, el trabajo de Otto Rank y otros teóricos de Objeto-Relaciones enfatizaron el surgimiento del yo para dar sentido a los eventos, experiencias y personas ‘ahí fuera’ (los objetos).
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Para todos nosotros, la formación y la re-formación de la identidad, el autoconcepto y la relación con las personas y el mundo continúa a través de los pasajes de la vida. Cada nivel de maduración (envejecimiento) requiere varias modificaciones y, a veces, incluso la redefinición, de nuestro sentido del yo.