Fui a una escuela de conventos para niñas, donde se suponía que cada niña debía comportarse como una dama refinada, en todo momento, y se daba mucho énfasis a las lecciones de ciencias morales.
Cuando estaba en la clase 7, durante una de esas lecciones de ciencia moral, dejé de ser la dama que se esperaba que fuera. La monja (hermana, es como la llamamos) nos contaba acerca de una comunicación saludable y de cómo ayuda a crear fuertes vínculos de relación. Distraído como estaba, estaba charlando con mi amigo, prácticamente implementando la teoría enseñada en la clase, se podría decir. La hermana no pareció impresionada, me dijo que me pusiera de pie y dijo esto:
“Zehra, ya que es tan claramente visible que disfrutas comunicarte, ¿por qué no le dices a la clase cómo puedes comunicarte con la clase sin abrir la boca?”
Yo: “Lo siento, hermana?”
Hermana: “Sí, trata de comunicarte conmigo, mientras miro hacia otro lado y, ¡fíjate, no puedes abrir la boca! Ahora ven, demuestra a la clase cómo lo harás”
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El sarcasmo es que su tono me fue comunicado, claramente. Ahora, no estaba seguro de si se supone que debo hacer esto o si fue un intento de parte de la Hermana para reprenderme. Sin embargo, sin avergonzarme como estaba, le silbé a ella, como a un romeo del lado de la carretera, rompiendo todas las reglas de lady-hood. Lo que sigue está grabado en mi memoria, vívidamente. La hermana se volvió, su cara estaba roja de ira y su mandíbula cayó al suelo. Era vieja y las miradas de disgusto que me daba, me asustaron. ¡Pero la clase quedó aturdida durante 5 segundos, y luego explotó de risa! En medio de toda la risa, algunas otras chicas también dieron algunos silbidos. A estas alturas, la hermana estaba a punto de desmayarse con total desconcierto. Ella me ordenó que permaneciera fuera del salón de clases durante el resto del período y le respondí. ¡Pero lo que se hizo no se pudo deshacer, y me convertí en el nuevo y genial estudiante de la clase!
Gracias por la A2A Albin Robin.