¿Alguna vez has estado en una pelea donde estaba la vida o la muerte?

¿En el sentido de que la única manera de sobrevivir al conflicto era matar a mi antagonista? No, afortunadamente. Espero que nunca me enfrente a esa situación.

¿En el sentido de que tenía buenas razones para asumir que mi agresor estaba dispuesto, si no necesariamente con el objetivo explícito de matarme, y tenía una posibilidad real de hacerlo? Sí, más veces de las que me siento cómodo de admitir, ahora que lo pienso.

En dos ocasiones, trabajé en seguridad de eventos, con colegas competentes en los que confié implícitamente que también asistieron, y estaba claro que tendríamos muchas posibilidades de terminar el encuentro sin recurrir a tácticas que tuvieran un riesgo significativo de muerte o lesiones permanentes. para nuestro adversario. Resultó que uno de ellos involucraba a un tipo con una mezcla de sustancias químicas muy poco saludables, y lo que se necesitó para incapacitarlo fue un Maglite en la cabeza, seguido de un bote de gas pimienta, pero no lo descubrimos hasta el último Un par de segundos del encuentro …

En tres ocasiones estuve con un grupo de asociados cercanos con experiencia en peleas callejeras, y estábamos preparados para un encuentro serio con adversarios que habían demostrado que estaban dispuestos a infligir daños permanentes y se arriesgaban a matar a sus oponentes. Solía ​​ser activo en un grupo antifascista, y de vez en cuando nos enfrentamos a algunos de los grupos neonazis más duros en esa región de Alemania.

No obstante, estábamos bastante seguros de que matar a nuestros oponentes no era un resultado probable en ninguna medida sensata, y ciertamente no decidimos hacerlo.

En dos ocasiones, me enfrenté solo a oponentes que empuñaban cuchillos. Uno de ellos era conocido por su inestabilidad mental, el otro era completamente desconocido para mí y me atacó de la nada. En ambas situaciones, estaba preparado para matar al asaltante. Afortunadamente, la primera situación no volvió a convertirse en una verdadera pelea práctica una vez que el cuchillo se involucró porque los transeúntes intervinieron, y la segunda se resolvió con un poco de spray de pimienta y mi centro de la etapa de salida de manera muy oportuna. O, con menos pretensiones: vi la oportunidad de correr como un infierno y la aproveché con entusiasmo.

También espero mucho, nunca tendré que enfrentar ninguna de esas situaciones, tampoco.