Su tesis sobre la muerte (y la muerte aquí no se refiere al proceso de morir, que claramente puede conllevar dolor, sino al cese completo e irreversible de la vida (humana), es decir, estar muerto, per se, a pesar de la contradicción en el uso del palabra “ser”). Consistente con su posición metafísica (su metafísica es materialista: toda existencia consiste en elementos materiales imperecederos llamados átomos, moviéndose a través de lo que Epicuro llama El Vacío, es decir, el espacio vacío). Epicuro sostiene que el alma interactúa causalmente con el cuerpo (tal interacción implica necesariamente que son compuesta del mismo tipo de sustancia, a saber, átomos.), como se evidencia en la locomoción, y que tal interacción solo es posible suponiendo que el alma es material o corpórea, es decir, depende de su visión materialista del alma. Decir que el alma es inmaterial tiene poco sentido, es decir, algo del vacío (el vacío es el espacio vacío, un vacío que permite el movimiento) no puede actuar ni actuar sobre él, y el alma actúa y se actúa sobre él. Ver: Epicuro (1993) ) Carta a Heródoto, en Essential Epicurus, pp. 32-33 (Secciones 67-68).
Como consecuencia necesaria de esto, el alma perece simultáneamente con el cuerpo; los átomos que constituyen ambos se dispersan en el cosmos, lo que impide cualquier posibilidad de que la sensación-percepción-sensación solo sea accesible al alma mientras subsiste en el cuerpo (“el alma es la causa principal de la sensación”. Ver Epicurus (1993) Carta a Heródoto, página 32 (sección 64). Por lo tanto, la muerte no es “nada para nosotros”, y para alcanzar la ataraxia, uno debe eliminar el deseo de inmortalidad y / o la expectativa de castigo o recompensa en alguna vida futura quimérica.
Epicuro expone específicamente dos argumentos formales en cuanto a por qué no debería temer a la muerte: el argumento Sin Tema de Daño y Argumento de Simetría. Brevemente, y en consonancia con lo anterior, el primer postulado es que algo solo puede dañarnos si tenemos conciencia de ello. No tenemos conciencia de la muerte, siendo la pérdida de toda sensación, por lo que no puede hacernos daño. El segundo argumento afirma que la no existencia prenatal es idéntica a la no existencia post mortem, y, dado que no tememos a la primera, no debemos temer a la última.
Así visto, este fenómeno que causa una solicitud sin paralelo para muchos es “nada”.
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