Hay una tortuga cuya cabeza se balancea arriba y abajo en el océano. Está a solo unos metros de donde estoy sentado. El cielo está nublado y comienza a lloviznar.
Vengo a la playa temprano en la mañana cuatro o cinco veces a la semana. Me siento y veo tranquilamente las olas del océano moverse suavemente de un lado a otro según lo permitan las mareas.
No siempre fui un gran observador de la naturaleza. No tuve la paciencia. Estar quieto era aburrido. Aprender a calmar mi mente y calmar mi espíritu requirió compromiso y práctica.
Estar dispuesto a aprender a vivir en el momento presente es un gran regalo para uno mismo.
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Mi paciencia aumentó con pequeños pero constantes esfuerzos para estar quieto. Aprendí a estar menos motivado por la anticipación o la ansiedad de lo que podría suceder a continuación.
Aprendí a dejar de lado la mentalidad que me robó la serenidad y la concentración.
No sucedió de una vez. Cualquier cosa que valga la pena generalmente lleva tiempo.
Estoy compartiendo lo que funciona para mí. Espero que sea paciente al descubrir lo que funciona para usted.
¡Disfruta el viaje!