No es tanto que mi vida sea terrible, porque mi mente está ausente de una métrica para derivar el valor de mi vida o su calidad para mí. No obstante, podría crear esa métrica.
Sin embargo, si adopto una métrica que es común en nuestra cultura, tengo una vida terrible: no tengo automóvil, trabajo, mujeres o habilidades nutridas que sean aplicables y valiosas en un contexto para recibir valor (dinero). Pero, fundamentalmente, estoy en paz absoluta en este momento, y mi aceptación y paz aquí, ahora, no depende de la presencia o ausencia de lo que comúnmente se considera valioso, necesario o necesario en nuestra cultura.
Por lo tanto, la métrica que aplicamos de manera casual y ordinaria a la persona y el sustento es falsa, violatoria y debilitante, y se vuelve letalmente peligrosa para nosotros, especialmente cuando los usamos para juzgar nuestro ‘valor’ o la calidad de nuestras vidas, como organismos.
Sin embargo, el ritmo y potencial de desarrollo de la mina y de otros se ve obstaculizado en gran medida debido a la naturaleza de nuestras preocupaciones y medios de vida comunes, juntos, como una comunidad de organismos al unísono.
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Desde esta perspectiva, no tengo ni poseo una vida en primer lugar, que posiblemente pueda ser analizada o juzgada por una métrica abstracta incorpórea; en realidad no existe un contenedor alrededor de ‘mi persona’, excepto como una proyección para (a veces) conveniencia personal y social, que pueda estar sujeto a juicio.
Entonces, como decía, mi vida o la de los demás nunca es terrible como tal, pero (en algunos casos) están ausentes de las experiencias imperativas con la naturaleza y otros organismos que son fundamentales para nuestro desarrollo, autocorrección, trascendencia, y evolución.