En estos días a menudo digo “La ignorancia es un regalo”. Ser ignorante de alguna manera niega la responsabilidad que puede hacer que la vida sea menos intensa. La culpa y la realidad alterada que viene con los efectos de conocer mejor y hacerlo mejor no es tan pertinente. Sin embargo, una vida de ignorancia es una vida que se absorbe en el abismo de la incertidumbre, la curiosidad y el egocentrismo. Dentro de este abismo existe el miedo. La verdadera “dicha” en sí misma tiene que ver con la resonancia de una energía de mayor vibración, la energía divina. Dentro de una vida de ignorancia, este estado no puede ser.
Así concedido, la vida puede ser menos compleja y engorrosa cuando uno es ignorante. Su sentido de cuidado libre es uno de no ser responsable y no empático consigo mismo y el mundo que lo rodea. Puede percibirse desde afuera como una dicha si la persona parece ser feliz y parece estar disfrutando de la vida, sin embargo, esto no es dicha en el verdadero sentido. Cuando uno levanta el velo de la ignorancia, el miedo se apodera de existir. El mundo de la dualidad termina y todo lo que una vez fue dañino se vuelve útil. En este estado, uno está abierto a recibir la influencia divina que lo lleva a un estado de dicha.