Cuando estaba en la escuela (hace muchas lunas), a un maestro se le ocurrió una idea brillante.
Fue tan bueno que incluso yo, un introvertido de toda la vida y un bloomer tardío autoproclamado, participaba regularmente. (Sí, imagina ESO).
La idea es muy simple y de muy bajo costo.
El profesor obtuvo un cuaderno simple con 2 columnas: pregunta y referencia.
Bajo “Pregunta”, cualquier estudiante en la clase puede hacer cualquier pregunta relacionada con el tema; y bajo “Referencia”, los estudiantes debían decir de dónde venía: si lo pensaban, si lo leían, si llegaban a ellos en un sueño, etc.
No había una columna “Nombre”, por lo que todas las preguntas eran anónimas y el maestro las filtraba, por lo que si alguien escribía algunas tonterías, la pregunta no se leía en clase.
En la siguiente clase, o una clase después de eso, la maestra estaba leyendo preguntas (trató de responderlas todas las que pudo) y dio respuestas.
Una vez más, se descartaron las tonterías, y se discutió el resto: muchas veces otros estudiantes tuvieron respuestas, y casi siempre hemos aprendido algo nuevo (el maestro tenía una mejor idea sobre los intereses y podíamos aprender algo que no estaba en el libro de texto).
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Fue la parte más emocionante de la clase para todos.
Nos metimos tanto en este proceso que pasamos y superamos todas las pruebas porque queríamos llegar a esta sesión de preguntas y respuestas lo antes posible.
El material requerido en clase se leyó y se cuidó en casa, y la mayor parte del tiempo de clase se dedicó a discutir esas preguntas del cuaderno del maestro: el maestro estaba de acuerdo con eso ya que estábamos cubriendo todo el material “requerido”, lo que nos liberó para cosas más importantes 🙂