Entré en la sala de conferencias, todo orgulloso. Había justificado mi salario, había encontrado a una persona que había mentido a mi preciosa organización y estaba desarraigando la hierba.
Había un hombre de unos cuarenta años, preocupado y nervioso. Lo conocía bien. Su nombre era demasiado familiar. Había tomado su nombre muchas veces la semana pasada, para obtener varias aprobaciones para despedirlo.
Conocí todos los años importantes de su vida, el año en que se graduó, el año en que comenzó a trabajar, el año en que fue ascendido, el año en que decidió mentir sobre su certificación. Estaba preparado y la discusión fue tranquila. No tenía mucho que decir. Sin embargo, una vez exclamó acerca de tener dos hijos, todavía jóvenes. Yo también lo sabía, pero esta vez me dolió cuando dijo el hecho.
En algún lugar, la ingenua nueva RR.HH. consideró apropiado decirle que ella fue quien encontró su falsa certificación. Bajó la cabeza, juntó los dedos y acercó la mano a la cara. Se puso los nudillos con el pulgar cada uno al final de los ojos y se quedó así por lo que pareció una eternidad. Sus ojos estaban rojos como la sangre cuando los abrió, y con voz ronca me preguntó si necesitaba firmar algo más. Dije que no y se fue.
- ¿Qué tan interesante es tu vida?
- ¿Qué desearías haber hecho a los 26 años y qué lamentas no haber podido hacer a esa edad?
- ¿Alguna vez has hecho algo de lo que te has arrepentido intermitentemente?
- ¿Cuál es el arrepentimiento más inesperado que hayas experimentado?
- ¿Cuáles fueron las lecciones que Ravan le enseñó a Lakshman mientras moría?
Desearía no ser tan ingenuo y desearía haber retenido esa información. Desearía que no hubiera mentido.
Gracias por el A2A Ali Escobedo. Ese dolor nunca desaparece.