Hace muchos años, cuando tenía 17 años, escuché a dos de mis instructores hablando sobre Jim Nabors, y un poco de chismes acerca de que supuestamente se casó con Rock Hudson. Al notar mi interés en su conversación, uno de ellos me preguntó cómo me sentía al respecto.
Nunca antes había considerado la idea del matrimonio entre personas del mismo sexo (ni la mayoría de mis compañeros de clase; las parejas del mismo sexo generalmente eran muy profundas en el armario entonces). Respondí como suelen hacer los niños, cuando me enfrenté a una idea que desafía todo lo que se les ha enseñado sobre una institución en particular: “¡Esa es una idea terrible!”. En verdad, estaba teniendo dificultades para poner esta idea en perspectiva. ¿Realmente sucedió o fue solo un chisme extraño? Si era cierto, ¿lo estaban haciendo para burlarse de la institución del matrimonio? ¿O fue una especie de estratagema para poner sus nombres en los periódicos? No podía imaginar que fuera amor. El apuesto protagonista de Doris Day huyendo con … ¿Gomer Pyle? Simplemente no podía entenderlo.
Uno de los instructores dijo: “Ah, entonces no eres tan liberal como te gustaría pensar que eres. Dime, ¿por qué no crees que dos hombres deberían casarse, si se aman y quieren pasar sus vidas juntos?
Le dije: “Bueno, porque … porque …”. No podía pensar en ninguna razón, excepto que no sonaba bien.
- ¿Cuánto de ellos y de sus vidas ponen los autores en su trabajo?
- Si pudieras retroceder en el tiempo y evitar que una persona nazca o sea asesinada. ¿Quién sería ese?
- ¿Debo terminar mi vida porque ya no me queda nada?
- ¿Qué ‘afeitadas’ has tenido donde creías que debía haber alguien mirándote?
- ¿Qué debe hacer un joven de 20 años en su vida?
La discusión terminó poco después, pero me encontré pensando en ello muchas veces después. Me di cuenta de que, a menudo, cuando decimos que una práctica está mal pero no puede expresar lo que está mal, es porque nos obliga a cambiar nuestra perspectiva, no porque sea perjudicial en sí misma.
Eso fue hace muchos años. He pensado en esa conversación con frecuencia, cada vez que me enfrento a una idea nueva que no me gusta. A veces resulta que la idea en sí misma es mala, pero, con la misma frecuencia, el problema radica en mi renuencia a adaptarme a una idea nueva.