¿Sabes, cuando eres un niño, te fascina todo lo que hay?
Sí, bueno, estaba muy intrigado por fumar. Inhalas el humo y exhalas con tanta elegancia. Quiero decir, wow, ¿verdad?
Así que un buen día, robé varitas de incienso que se usaban para hacer ‘Pooja’, fui al tejado, lo encendí, lo mantuve en la boca durante 10 segundos y luego ¡puuufffff!
Mi propia forma de fumar.
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Me quemé la lengua y el paladar un par de veces, todo sabía a ceniza y mi boca olía a sándalo, pero todo era tan genial. Mostré este truco a todos mis amigos y, en unas pocas horas, todos los niños de la cuadra fumaban incienso. Me hice popular. Y me encantaba.
Pero lamentablemente, mi popularidad fue de corta duración.
Por la noche, cuando mi madre estaba a punto de realizar el ritual diario de encender lámparas, notó que la mitad de las varitas de incienso habían desaparecido mágicamente.
Y luego vino el enojado “Preeeeettthiiiiii !!! ¡Ven a casa, pequeño mocoso!”
No era el niño más ideal, lo sé. Pero en mi defensa, me gustaría decir que solo era un niño curioso de 10 años que quería experimentar el mundo.