Al hacer una pregunta, a menudo aparece una segunda en nuestra cabeza. ¿Porqué es eso?

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Cualquier persona comprometida con las artes de la Pregunta sabe que: como un poema, una pregunta nunca está completa, se abandona en algún momento de su concepción y el “resultado del estado presente” emerge “como una pregunta estable en el lenguaje”. Pero la relación real es mucho más profunda. Una persona que es activamente inteligente nunca resuelve ninguna pregunta, ni deja de generar ‘versiones nuevas y avanzadas’ de la pregunta o las perspectivas desde las cuales se ha generado o se puede generar. Entonces, para aquellos de nosotros que perseguimos seriamente las preguntas … las estamos reformulando constantemente, y no estamos buscando respuestas tanto como estamos buscando una posición estructurada desde la cual avanzar la perspectiva y, por lo tanto, las posibilidades de preguntas y respuestas. A partir de ahí, reformulamos la pregunta y nuestra relación con las respuestas existentes … como parte de la actividad de preparación para el siguiente aspecto de este proceso (un continuo).

Cuando encuentro una buena pregunta es como casarse. Una “respuesta”, para la mayoría de las personas, es como un divorcio. ¿Para mi? Es como un niño, yo y la pregunta ‘continuaremos casándonos’ continuamente, en y como este niño, reformando a toda la ‘familia’ (la posibilidad de cuestionar) y a todos los ‘padres e hijos’. Una buena pregunta es tanto infinita como eterna. Una buena respuesta refuerza primero la mente, luego la pregunta, luego … entrega impulso y corrección a toda la historia y el futuro del proceso.

Su ‘segunda pregunta’ parece, para mí, un intento de catalizar y sostener el proceso de formulación, que es una de las habilidades más cruciales de las que … quienes se convierten en preguntas … dependen.