La razón más simple y triste es que los animales son vistos como propiedad, no como seres vivos, que sienten criaturas con derechos.
Casi sería como un automóvil corriendo sobre una bicicleta (sin nadie). La bicicleta es propiedad, por lo que tratar de encontrar al perpetrador sería un desperdicio de recursos para la policía.
Hay organizaciones que actualmente están en el proceso de tratar de cambiar estos hechos: para que ciertos animales reciban los derechos que merecen, y para algunos, incluso para que se los considere “personas”.
Algunos países ya han dado este maravilloso salto hacia adelante. En Argentina, a un orangután se le otorgaron “derechos humanos básicos”. En Alemania, los animales recibieron “derechos” y Nueva Zelanda dio a los grandes simios “derechos legales básicos”. En Suiza, los animales fueron cambiados a “seres”, no a “cosas”. En casi toda Europa, los grandes simios ya no pueden usarse como sujetos de prueba biológicos y, en todo el mundo, los actos de animales han sido prohibidos en los circos.
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En los Estados Unidos, el Proyecto de Derechos No Humanos está trabajando actualmente para obtener la “personalidad” de los grandes simios, elefantes y delfines. Hasta el momento no han tenido éxito, pero no se han desanimado. Si estás interesado, mira el fascinante documental llamado “Desbloqueo de la jaula”.