Tal vez el hecho de que, literalmente, se puede bromear sobre cualquier cosa en absoluto.
No, no solo las cosas que personalmente encuentras divertidas. No, no solo las cosas que no hieren los sentimientos de nadie, nunca, de ninguna manera.
Literalmente, cualquier cosa puede ser graciosa si se dice de la manera correcta, se coloca en el contexto adecuado o se expresa de una manera efectivamente divertida.
No entender esta verdad es estar atrapado perpetuamente en un ciclo interminable de tratar de argumentar qué es aceptable como humor y qué no. Hay argumentos convincentes en ambos lados, pero nunca llegarás a ningún lado porque tratar de legislar qué cuenta como gracioso no funciona por mucho tiempo. Incluso la percepción pública general de lo que es divertido cambia a menudo con el paradigma de la sociedad en que vive el público, por lo que incluso eso no es confiable.
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Yo lo llamaría pasado por alto principalmente porque sigo viendo a personas de todos los lados de casi todos los debates olvidar esta verdad universal: que cualquier cosa puede ser graciosa. Por ejemplo, los liberales amonestan a los racistas y sexistas por sus bromas, y los conservadores amonestan a los liberales por bromas políticamente correctas.
Está bien que una broma se considere simplemente sin gracia , pero que se considere no deseada o de alguna manera “demasiado lejos” es caer en la trampa en la que muchos de nosotros seguimos cayendo.
Simplemente no hay manera de determinar qué está bien en el humor y qué no, sin que en última instancia sea parcial. Muchos han tratado de hacerlo, y todos han fracasado.
Entonces, lo que debemos aceptar es esto: o todo está bien para el humor, o nada lo está. Prefiero la opción anterior.
Y antes de que alguien me amoneste por apoyar cosas como el racismo, me gustaría señalar que evitar que las personas hagan bromas racistas en realidad no elimina el racismo; simplemente lo fuerza en una esquina, aumenta la presión, y luego crea una reacción explosiva hacia afuera siempre que hay un momento oportuno.
Quiero decir, si estás bien con una sociedad de personas que simplemente se quedan calladas sobre su racismo, entonces supongo que este enfoque funcionará para ti. Personalmente no me gusta ese resultado.
Tratar de controlar el humor nunca termina bien. Esa es la lección final. Si quieres cambiar las actitudes, no cambias la forma en que se expresan esas actitudes, cambias esas actitudes. Abordar la causa, no el síntoma.
Además, los chistes racistas pueden ser muy divertidos e inteligentes; solo depende de cómo se construye la broma y qué tipo de audiencia tienes. Solo digo.