La metáfora del iceberg es correcta, pero lo que está mal es creer su parte sumergida, lo inconsciente, lo misterioso, lo complicado y lo impredecible. A medida que uno baja los niveles de nuestra pirámide mental, más se vuelve estúpido. El inconsciente es un burro caprichoso. Molesto, se podría decir, porque allí se encuentra el corazón de nuestra identidad. Pero también es lo que salva su singularidad. Sin esta queja, seríamos la representación exacta del niño modelo deseado por nuestros padres (y sus neurosis sobre este tema).
El inconsciente es utilitario. Cada una de sus capas está organizada para resolver el conflicto entre necesidades instintivas y restricciones ambientales, la mejor manera que encontró con los datos disponibles en el momento de esta construcción. ¿Las críticas que se pueden hacer al resultado? Por supuesto, la construcción se produce en una época en que los datos son simplistas y fragmentarios. Los errores graves son enterrados por la continuación de la construcción, e influyen en el piso suprayacente.
A pesar de todo, y nunca nos daremos cuenta lo suficiente, las decisiones desde el inconsciente son siempre sensatas, coherentes, en comparación con esta organización en particular. La maldad, la estupidez, la pereza, no tienen nada de genética ni intencional. Es un programa individual perfectamente final y predecible cuando conocemos con precisión las circunstancias que lo implementaron (mientras que, por otro lado, los términos de partida no predicen la personalidad, la cuestión de la complejidad se discute en ‘Diversium’).
El consciente es, por lo tanto, la capa verdaderamente “inteligente”, especialmente porque es la retransmisión de información sofisticada del entorno social, porque está pescando imitaciones que tendríamos dificultades para establecer solos. Cambia de una posición de director muy en la infancia (proximidad con los deseos instintivos de una mente aunque poco estratificada) a una posición de asesor en la edad adulta (autoexamen de su propio funcionamiento mental) que llamo “el observador”. No decide, sino que enriquece las capas más superficiales del subconsciente con nuevos conceptos, nuevas soluciones de comportamiento, que intentarán robar su estatus de celebridad al actual.
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¿Por qué el consciente no se extiende más en el inconsciente para tomar el control?
En resumen, la independencia de cada nivel de organización es necesaria para garantizar la estabilidad del conjunto. Si la conciencia pudiera cambiar el inconsciente a voluntad, esto daría demasiado poder en el “exterior”, lo que es extraño para el “yo”, ya que esta conciencia es el relevo para ello.