Lamento haber ignorado a Jo esa noche, ya que quería estudiar para un próximo examen. Solo si lo hubiera sabido le costaría la vida …
No tengo una foto de Jo, pero eso es lo que casi parece. Un gatito de jengibre de dos meses 🙂
Antes de llevar a Jo a nuestra casa, ni siquiera era un estudiante promedio. Odiaba estudiar, fallar en mis exámenes era lo último en la Tierra que me molestaría. Pero el escenario cambió cuando Jo entró en nuestra casa. Me enamoré de él y él de mí. Este amor fue suficiente para que mis padres me entrenaran para ser más responsables.
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“Será mejor que comiences a aprobar todos tus exámenes para que el gatito no salga de esta casa”, dijeron.
Y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por él.
23 de julio de 2009- jueves:
Esa noche después de la cena, me instalé en mi habitación para estudiar. En el momento en que recogí mi libro de texto, escuché el ruido de algo rasguñando la puerta seguido de unos pocos maullidos mansos. Me sonreí, abrí la puerta y encontré a Jo en el umbral. Quería jugar conmigo pero yo quería estudiar. Le acaricié y le dije que volvería en una hora. Luego lo bajé y cerré la puerta. Jo maulló por un tiempo y luego el ruido se detuvo.
A unos 30 minutos de mi tema, mi padre se estrelló en mi habitación y dijo: “¡Los perros callejeros! ¡Están cazando a nuestro Jo!
No esperaba ninguna noticia de este tipo en una noche tan tranquila. Me desperté de la conmoción y salí corriendo de la casa justo a tiempo para escuchar un golpe en la puerta. “Me debe a Jo”, pensé. “Debe haberse escabullido por la puerta y ahora no puede volver a entrar”. Abrí la puerta para presenciar a un grupo de 4–5 perros que huían. Estaba demasiado oscuro. Solo pude ver las siluetas de los perros.
Y entonces me llamó la atención. La silueta de un perro cargando algo sin vida en su boca.
Me sentí extraño como si toda la felicidad fuera succionada de mí. Sin pensarlo dos veces, tomé una piedra y se la arrojé a ese perro. Inmediatamente dejó caer esa cosa que llevaba y corrió más rápido.
Con mis ojos llenos de lágrimas y con la esperanza de que todo fuera solo una pesadilla, me acerqué a inspeccionar esa “cosa”.
Cuanto más me acercaba, podía reconocer que no era una “cosa” sino mi Jo tendido en la carretera, sin vida.
Nunca en mi vida he llorado tanto.
Fue en ese momento que me arrepentí de ignorarlo. Podría haberle dejado estar conmigo en mi habitación mientras estudiaba.
Si no lo hubiera ignorado ese día, él no se habría aburrido y se habría alejado de la casa.
Si no lo hubiera ignorado ese día, tal vez hubiera estado vivo.
PD: Ahora tengo un gato nuevo que encontró su camino a mi casa por su cuenta.
Él es Ninja 🙂 Él es mi bebé pero solo de una especie diferente. Me he prometido a mí mismo que nunca lo ignoraré a cualquier costo.