Históricamente, las matemáticas están llenas de estas. Tomemos los números imaginarios, por ejemplo. Es bastante obvio por qué los necesitamos y también es bastante sencillo trabajar con ellos. Aquí hay un ejemplo rápido:
Supongamos que queremos multiplicar (5-sqrt (-15)) * (5 + sqrt (-15)).
Un estudiante de secundaria podría decirte que simplemente los multiplicas usando FOIL (primero, exterior, interior, último):
5 * 5 + 5 * sqrt (-15) -5 * sqrt (-15) – sqrt (-15) * sqrt (-15)
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el primer término es obviamente 25, el último término es – (- 15) por definición de la raíz cuadrada. Finalmente, por suerte para nosotros, los términos medios se anulan entre sí. Poniendo todo junto, obtenemos 40.
Muy intuitivo ¿verdad?
Ahora imagine que trata de resolver este problema suponiendo que las raíces cuadradas negativas no existen. De hecho, este es el cálculo exacto que Gerolamo Cardano realizó en el 1500. En ese momento, los matemáticos europeos habían descubierto cómo resolver ecuaciones cúbicas empleando cálculos de este tipo. Ahora puedes imaginar su frustración. Si tuviera que dibujar estas ecuaciones cúbicas a mano, sería fácil ver que existía una solución en esos lugares. Sin embargo, al mismo tiempo, su algoritmo preciado produjo algún tipo de construcción sin sentido. ¡Después de todo, no existen las raíces cuadradas negativas! El propio Cardano describió estos cálculos como “tortura mental” y terminó descartándolos como “sutiles” e “inútiles”.