Tenía un profesor de historia estadounidense en 2007–2008 que explicaba a nuestra clase su teoría sobre por qué una mujer nunca sería presidente (creo que Hillary Clinton estaba en la Primacía Demócrata).
Esencialmente, su premisa era que las mujeres, a diferencia de los hombres, son increíblemente juiciosas y terminan denigrando a otras mujeres en el proceso de socialización. Creo que esta premisa es en parte correcta, como lo explica la psicología evolutiva, es decir, el papel de la mujer en la tribu o la sociedad depende de su estatus social y jerarquía, por lo que, más a menudo que los hombres, están motivados a participar en chismes y otras tácticas sociales. Para lograr un estado jerárquico. Sin embargo, su argumento de que Hillary (o cualquier otra mujer) nunca podría juntar suficientes votos porque las mujeres estarían categóricamente predispuestas a votar por ella es estúpida.
Si bien este punto de vista puede haber tenido credibilidad durante los tiempos tribales hace miles de años, vivimos en una sociedad donde el poder político puede ser aprovechado de una manera mucho más influyente que la atracción psicológica de este argumento de predisposición. Supongo que mi maestro respondería señalando la elección con Trump como evidencia de esta teoría, pero sigo creyendo que su premisa es (posiblemente) solo una pequeña parte del rompecabezas cuando se analiza la elección de 2016.